22 - Jueves 1 de Abril de 2011 - Villa O'Higgins-Cochrane

El caso es que el camión que nos iba a llevar a nosotros y nuestas bicicletas a Coyhaique nos dijo, casi en el último momento, de que no, de que tenía que llevar ganado y no podía. Así que después de deliberar decidimos ir en el Land Rover de Mauro (un monstruo trentagenario muy sediento y con problemas de incontinencia) hasta Cochrane (215 km) y luego ellos seguirían en bus y yo en bici.

Antes de salir rellenamos la garrafa de gasofa y echamos un líquido sellante en el radiador.
El camino es acojonante. Continuas subidas y bajadas con un firme muy poco firme y repleto de baches que las ballestas del lanrober no absorbían un pijo. Pero las montañas, los ríos y los lagos son impresionantes. Las continuas lluvias de los últimos días formaban cascadas por todas partes.

Agua, agua, agua
Me jodió un poco no haberlo hecho en bici, pero la pertinaz lluvia y hacer el viaje con ellos me compensaban sobradamente.
A los 50 km vimos parado en el arcén el camión que nos iba a llevar y no nos llevó. Unos metros más allá vimos que la crecida del río se había empezado a comer la carretera y sólo quedaba espacio para vehículos pequeños. ¡Toma geroma! Castigólu dios.
El viaje duró 11 horas, 3 de las cuales las empleamos en esperar la barcaza para cruzar un brazo de mar en Río Bravo. 50 l de bensina y varias paradas para rellenar de agua el radiador después, llegamos a Cochrane.
En Cochrane nos alojamos en el quincho (chamizu de 3 paredes) de Don Julián, donde Mauro negoció dormir los 4 por 5 lucas. Cenamos el salmón ahumado que habíamos comprado en Puerto Yungay, nos acostamos y, pronto por la mañana, Mauro marchó en bus a Coyhaique, donde nos reuniríamos con él cuando llegáramos.

La parrilla es la rejilla de atrás de una nevera. Muy white trash, pero utilísimo
Tim y Joe consiguieron que un mecánico de coches les arreglara el buje trasero (uf, qué mal suena esto), hicimos las compras, preparamos las bicis y ellos, como acabaron antes, marcharon.
Pero hete aquí que justo cuando acabé de preparar mis cosas se puso a llover. Como me dijeron que todos los días llovía por la tarde y por la noche, rehusé como el caballo de Rosina y decidí esperar un día más, máxime cuando Don Julián me ofreció quedarme gratis.
Ese día conocí a Judit y César, los dos catalanes a los que estuve persiguiendo durante días en Tierra del Fuego hace casi dos meses. En aquella ocasión, en cada parada que hacía o cada persona con la que me cruzaba, me decían una y otra vez que hacía unas horas que habían pasado. Pero a partir del paso Rodman les perdí la pista. Luego resultó que ellos también sabían de mí e, incluso, me habían visto desde un autobús en aquella etapa épica (ensombrecida recientemente por el Camino del Infierno) Cámeron-Porvenir. Esta es su página. Y este soy yo en su página.

Por cierto, qué jevi la barba que tengo. Como no tengo espejos a mano habitualmente y el retrovisor es minúsculo, cada vez que me veo en uno (o en un afoto), me asusto.
Don Julián es un personaje cojonudo. Nacido en las faldas del Cerro San Lorenzo, emigró al norte y estuvo entre Chile y Argentina durante 40 años hasta que decidió regresar acá. Recomiendo encarecidamente a todos los ciclistas que sus alojéis aquí (al final de la calle O'Higgins) y que le deis conversación porque no os defraudará: avistamientos de ovnis, encuentros con pumas, peregrinas teorías sobre el cambio climático o (esto ya es un poco más así) cómo vio morir a su padre cuando era un guaje y casi muere congelado en el regreso al pueblo en plena ventisca, guiado por un perro. Muy muy muy entrañable.
Le regalé mi radio piquiñina, que seguro que le hace más servicio: total, sólo coge emisoras en idiomas o con ruidos intergalácticos...

Don Julián y un servidor
Aun a riesgo de ser tildado nuevamente de sensiblero, me veo obligado a reproducir aquí un párrafo del libro que estoy leyendo actualmente. Dice así:

Al fin estábamos todos en marcha en viaje al este hasta R..., por mi parte con sentimientos contradictorios, de pena al dejar a mis amables parientes recién adquiridos y de jubilosa expectativa por llegar a P... para encontrar allí lo que los viajeros, a pesar de la excitación provocada por comarcas nuevas y gente extraña, anhela tan vehementemente: ¡noticias de los suyos!

Ilustra a la perfección lo que siento al dejar a la gente que me encuentro en el camino para llegar a la civilización y abrir el correo (electrónico, claro).
He descubierto que ya nunca digo aquí o allí, sino acá y allá. Y computador, grueso, angosto, liviano u hoy hace muy buen clima. Cosas de la ósmosis, supongo.

Esta es la casa guapa cuya dueña casi me mete puño

2 comentarios:

Rosina G dijo...

He de decir que me ví empujando tu bici por ese barrizal, cómo sufrí leyendo tu post anterior!! Acojonante.

Se ve que aún no has visto mi último vídeo, sin rehúses y todo plasticidad. ;)

Besazos desde acá, pallá!!

YO, ME, MÍ, CONMIGO dijo...

Hola Rosina. Es que me cuesta mucho ver vídeos en las bibliotecas y los cíberes. Pero si me lo vuelves a mandar, prometo verlo. Palabrita del niño jesús.

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