29 - Domingo 22 de mayo de 2011 - El Bolsón-Bariloche

Lo primero de todo, y aunque no corresponde cronológicamente a esta entrega, os informo de que libré por los pelos la erupción y lluvia de cenizas del volcán Puyehue. Cuando me enteré (en la tele mientras esperaba los largos trámites en un puesto fronterizo) ya estaba a unos 50 km hacia el norte en linea recta, lo que dado el régimen de vientos habitual por acá, evitaba totalmente que me alcanzara, por muy fuerte que soplara. Si dura lo suficiente, a tomar por saco la temporada de esquí de Bariloche. No obstante acabo de oir en la radio que la erupción va a afectar a todo el país (ya estoy en Chile). Yo creo que exageran, pero claro, yo qué sé.
También me libré de un tornado que hubo ayer aquí en Villarrica. Estuve atrapado dos días por el mal tiempo (viento salvaje y lluvia) en Coñaripe, un pueblo a 45 km de aquí, donde estuvimos sin luz los dos días. Allí mismo me enteré del tornado y me acojonó un poco, porque estaba en un cámping. No quiero pensar si al tornado se le le ocurre pasar por allí, conmigo dentro de la tienda. Hoy al llegar a Villarrica vi los resultados y son bastante jevis. Casas arrancadas, árboles tirados, planchas de metal (zinc) dobladas por todas partes y los bomberos haciendo reparaciones por toda la ciudad.
Otras cosas raras meteorológicas: en Coquimbo, en el Norte Chico -zona de desierto-, cayeron anteayer en dos horas los 70 mm que caen anualmente.
Y el año pasado libré el terremoto. Vaya, para algo interesante que pasa, me lo pierdo todo.
Como acá en Chile llaman "clima" al tiempo meteorologico (ej: "hoy hace un clima soleado"), se les llena la boca con el tema del cambio climático. Pero claro, aquí es cierto, el clima cambia todos los días; incluso varias veces al día.
Fin del inciso.

Una vez más decidí quedarme otra noche en El Bolsón cuando estaba prácticamente montado en la bici. En esta ocasión fue a causa del boeuf bourguignon, que desembocó en un pequeño pero muy agradable carrete nocturno en el quincho. Aproveché para despedirme de mis compañeros de la semana y a la mañana siguiente -sin prisa- partí.
A los 45 km empezó a anochecer y decidí parar al lado de la carretera, pasando una alambrada, como suelo hacer. Esta vez era una plantación de pinos. Mientras cocinaba la cena se puso a orbayar, así que me metí en la tienda esperando que al día siguiente no lloviese y pudiera continuar. Hasta aquí todo normal.
Durante la noche dejó de llover, pero dormí fatal, despertándome cada poco e incluso desvelándome durante unas horas. Durante ese desvele oí (o más bien dejé de oir) que había parado de llover. Pero había un silencio raro. Asomo la nariz y me encuentro con que ha caído un palmo de nieve y sigue trapeando, pero la gruesa capa de nieve sobre la tienda impide que oiga caer los copos.

Al probe Pinín voy a tener que hacerle un abriguito de entretiempo
Sacudí la tienda y dormí a pierna suelta hasta la mañana, que volví a depertarme como agitado. Luego pensando llegué a la conclusión de que había dormido mal porque la nieve caída bloqueaba todas las ventilaciones de la tienda y no me quedaba suficiente oxígeno. No sé, pero es bastante posible.
Lo cierto es que la nieve me hizo bastante ilu. No hacía mucho frío y durante los últimos 8 días había estado siempre con gente, así que no me desagradaba en absoluto pasar un día entero en la tienda dedicado a mis labores. Si es que era sólo un día, claro.
A mediodía empezó a calentar y a la nieve siguió un orbayo fino cabrón, que mola mucho menos. Seguí a mis cosas y de repente veo que el suelo de la tienda se empieza a encharcar. Resulta que estoy en el punto más bajo de una pequeña vaguada y el deshielo trae toda el agua hacia mí. Saco la pala (una paluca plegable) y empiezo con la ingeniería hidráulica, construyendo un minidique de contención en barro y un canal para drenar hacia un lateral, pero llegado un momento el caudal es tan jevi que no me queda más remedio que buscar otro emplazamiento para la tienda.

Sobre el papel parece más fácil
Por la tarde dejó de llover y empezó a hacer algo más de frío. Apareció un fulano a preguntarme quién me había dado permiso para acampar allí. Después de una breve conversación y darse cuenta de que no supongo ningún peligro, me cuenta que están un poco moscas porque los mapuches ocuparon el año pasado la finca adyacente. Y me dice, amablemente, que si mañana ya no estoy ahí, mejor. Por lo visto, tanto aquí como en Chile, los mapuches se están dedicando a reclamar tierras que les pertenecieron antaño, y no siempre de forma pacífica. Aprovecho aquí para contar que el capitán de carabineros de Futaleufú, en cuya casa estuve de carrete, me contó con gran respeto algunas de las batallas campales con los mapuches, que devuelven las pelotas de goma con hondas y con mejor puntería que los propios carabineros.
Bueno, a lo que voy, pues durante la cena me doy cuenta de que las paredes del doble techo de la tienda están acartonadas porque mi vaho se queda pegado en forma de hielo. Cada vez que golpeo sin querer el techo, me nieva sobre la cabeza. Hacía bastante frío, así que para pasar la noche metí el saco del noruego dentro del mío y me vestí todo lo que pude.
No pasé muy mala noche. En realidad, aunque mi tienda no es invernal, si no hace viento el espacio central tiene una temperatura muy superior a, por ejemplo, los avances, lo que me permite incluso estar sin guantes. Pero el caso es que por la mañana las botellas de agua estaban totalmente congeladas. No es que tuvieran hielos, no, es que eran sendos bloques de hielo. No sé qué temperatura tiene que hacer para que eso ocurra, pero deben de ser unos cuantos grados bajo cero.

Calcetos como arma blanca
Todo el suelo se levantó sobre unos hilillos de hielo de unos 10 cm
Para desayunar derretí nieve mientras guardaba una de las botellas dentro del saco para ir calentándola.

Por supuesto, me prestó mucho
El frío trajo un día de sol y conseguí marchar. Cuando llegué a lo que mi mapa ponía que era un pueblo,

(inciso n° 2: aviso a los que viajen por Argentina y Chile guiándose por mapas que no se fíen un pijo de lo que marcan como pueblos de menos de 1000 habitantes; muchas veces el pueblo son 2 o 3 casas, sin tienda de comestibles y, algunas, no hay absolutamente nada y te quedas como un tonto en una llanura inmensa buscando lo que no hay)

en este caso de los de 3 casas + iglesia, pero con tienda. Pregunté para acampar y me ofrecieron dormir en una casina que hay junto a la iglesia. Me vino muy bien porque al día siguiente, justo cuando estaba marchando, se puso a nevar otra vez. Vuelta a la casina a pasar el día.
Esta vez ya no me hizo tanta ilu. Me daba bastante miedo que esto significara que el invierno había llegado para quedarse. A partir de donde estaba en algún momento tendría que cruzar la Cordillera para regresar a Chile y no hay pasos bajos. Además, la Ruta 40 -la carretera que cruza Argentina de norte a sur junto a los Andes- nunca baja de los 600 m en este sector, y muchas veces cruza collados a más de 1000 m.
Bueno, y menos mal que fui un poco cabal y no hice el Paso Puelo que comentaba en la anterior entrega.

Otro día viendo los copos caer
Entre otras cosas hojeé un montón de revistas de cotilleo cabroncete tipo el Qué me dices, que la verdad es que no me hicieron ni gracia. También aproveché para instalar los manguitos anti ventisca que pillé en ebay, que me llegaron justo ese día.

Granix 2000
Y ya por fin el quinto día (de lo que deberían haber sido sólo dos jornadas), arribé a Bariloche.

Muy gris ¿no?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Blanquito Blanquito, hay que respetar las servidumbres y calcular bien la Q10 antes de acampar!!! un abrazo, g.

YO, ME, MÍ, CONMIGO dijo...

Ya tío, parece mentira pa mí. Y todos los proyectos de defensas de márgenes pa na. Tenía que haber metido una buena escollera 3:1 y se acababa el problema.

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