44 - miércoles 5 de octubre de 2011 - Tarija-Yacuiba

El paso desde el altiplano hasta Tarija es bastante espectacular. Un puerto jevitrón sube 600 metros hasta los 4200, superando la última cadena montañosa que cierra el altiplano por el este. Desde el collado se ve, 2500 metros más abajo, el inmenso Valle de Tarija y, más allá, la región de Los Valles: montes y más montes hasta donde alcanza la vista.
Tanto la subida como la interminable bajada son malísimas (50 km = 2h 30'), pero yo iba tan ricamente en furgoneta, con la bici y los bártulos en el maletero, disfrutando del paisaje, del olor a coca y de Paloma San Basilio a volumen brutal en el loro.
El valle de Tarija es la única zona vitivinícola de Bolivia.

Lo llaman El Pequeño Valle Andaluz y, de hecho, el río principal se llama Guadalquivir.
La ciudad no me gustó especialmente aunque me pareció agradable. Durante el día hace bastante calor y por las noches hay que ponerse una rebequita, especialmente los días que cae tormenta al atardecer. El último día, por cierto, cayó una granizada apocalíptica, con hielos del tamaño de aceitunas.

Esto en bici, malo. Y durmiendo en tienda, peor
Los jardines de sus plazas -y luego he comprobado que es la tónica general en todo el país- están cuidadísimos y guapos, llenos de flores y césped verde fresquito que está prohibido pisar. Legiones de jardineros y barrenderos están el día entero dando retoques.
Seguí flipando con los precios:
  • zumos recién exprimidos: 1 boliviano (10 céntimos de €)

  • instalación de nueva parrilla (¡y ya es la cuarta!) con 6 puntos de soldadura, cortes de varilla de acero a medida y un rato de pensar: 30 bv

  • homenaje con de todo en el restaurante guay de la plaza: 80 bv
Una cosa curiosa es que cuando compras algo de comer o beber por la calle, la mayoría de las veces te ofrecen "el aumentito": quicir, bebes el zumo y cuando lo terminas te vuelven a rellenar el vaso hasta la mitad; o comes unas pocas papas fitas y te añaden algunas más.
Otra es cómo usan el diminutivo tipo Flanders: nadita, aquísito, unito. Hace gracia.
Un consejo si alguien va a Tarija es que no pase por la oficina de Turismo: saben muy poco, lo que no saben se lo inventan, y te mandan al hostal más caro de la ciudad, con el que claramente tienen algún tipo de acuerdo.
Mi idea es recorrer Bolivia en el sentido contrario a las agujas del reloj, de manera que pueda ver al menos una parte de cada una de las distintas bolivias: Altiplano, Valles, Chaco y Beni. Pando, que es el extremo norte, lo dejo porque está muy lejos y además parece ser que no es muy recomendable, aunque esto, como siempre, supongo que será interpretable.
Estuve tres días en Tarija descansando cuerpo y espíritu. Desde allí el siguiente objetivo era Yacuiba, la otra ciudad grande del SE del país, frontera con Argentina y relativamente cerca de Paraguay. Pero para llegar allí hay que atravesar la región de Los Valles: 250 km de carretera de ripio.
Ni pa dios.
No me sentía mentalmente preparado para meterme otra vez a pelearme contra el ripio de piedras, el calor, las tormentas vespertinas y la recaída del catarro. El puto catarro, que en Tarija me volvió a dar coletazos. Me está empezando a dar la imnpresión de que tengo recaídas en los descansos. Como allá en casa, que a muchos nos coinciden los catarros con los fines de semana. Sea como fuere, es una jodienda y estoy un poco harto.

El caso es que decidí hacer el trayecto en un taxi colectivo, pero aprovechando para parar en Entre Ríos, un pueblo intermedio donde se celebraban las fiestas de Guadalupe.
En el trayecto flipé con dos cosas:
  1. De la que me había librado al no hacerlo en bici: es como subir (y bajar) la Cobertoria, luego Ventana, luego San Lorenzo, luego Somiedo, luego las Mujeres Muertas, luego ... pero por ripio cabrón. Me sentí muy dichoso por haberlo evitado.
  2. La alegría con que tiran la basura por las ventanillas de los coches. Una pareja con bebé que viajaba en el tasis tiró pañales, una botella de 2 l de queen cola, una bolsa con restos de comida, vasos de plástico... y el conductor la coca cola y los envoltorios de todos los caramelos que estuvo comiendo compulsivamente durante el viaje. Pero todo con una soltura pasmosa. Me apetecía decir algo ("¿no sabéis que el niño jesús llora cuando tiráis basura en el campo?") pero claro, no.
100 km y 3 horas después llegamos a Entre Ríos. Buscaba el cámping que anunciaba un folleto turístico, pero no existía, así que al final me dejaron poner la tienda en el patio de un alojamiento por 5 bv (0,5 €) diarios.

El pueblo estaba petado de gente venida de todas los confines de la comarca y en mi alojamiento familias enteras dormían en el suelo. Por supuesto, fui la atracción del patio con mi hornillo (que ya he comprobado que acá en Bolivia levanta pasiones), mi tienda, mi bici...
El día siguiente, domingo, empezaron las fiestas. Todo comenzó con una misa muy popular. Cuando me dirigía hacia la iglesia no sabía muy bien qué pasaría por ir en pantalón corto, pero en cuanto entré ya me di cuenta de que no desentonaba: chavalas en minifalda y camisetas muy escuetas, madres dando la teta, perros correteando, niños con trompetas de feria... muy guay. Nada que ver con España, que cuando voy a misa los domingos es todo mucho más serio y solemne.

Nos honró con su presencia, oficiando la misa, monseñor Javier del Río, obispo de Tarija, a la sazón español y palentino.

Pasé ganas de hablar con él, pero no vi el momento. Ni durante la imposición de manos que hizo al acabar la misa (le acercaban bebés, imágenes de vírgenes, biblias y cosas) ni durante la procesión.
Lo curioso de estas fiestas es que los devotos se disfrazan (visten) de cuatro cosas diferentes:
  • Cuñitas: sólo las mujeres. Con unos sayos o túnicas de un solo color (topois), lazos en la cabeza, coloretes y, la mayoría descalzas. Unas pocas van a caballo.
  • Chirihuanos: hombres de todas las edades. Pantalón arremangado, sartas (semillas colgando), pañuelo en la cabeza y puntos negros por todo el cuerpo.
  • Negritas: sólo la chavalería masculina. Con falda, peluca, el cuerpo pintado de negro y tetas postizas. Igual de cutre que los que se disfrazan de negras en España para Carnaval.
  • Matacos: varones postpúberes y adultos. A caballo y cubiertos con unas túnicas hechas de un material que no supe identificar, parecido a los líquenes que cuelgan de los árboles.
Todos menos las Negritas tienes sus capitanes, con vestidos más elaborados.


Cuando termina la misa se hace una pequeña procesión de una vuelta a la plaza, y todos esos que están disfrazados (vestidos), excepto los de a caballo, se ponen a correr delante de la virgen palante y patrás, armando ruido con unas flautas y con las cáscaras gritando y aullando como cuando de guajes queríamos hacer de indios. Un flipe.

Devuelven a la virgen a la iglesia y desde esa hora hasta las 17:00 toda esa gente se dedica a correr por el pueblo armando ruido. A partir de las 14:00 todo eso se traslada al campo de fútbol, donde una procesión ha llevado a la virgen hasta el gol sur.
Los grupos siguen y siguen corriendo y aullando. Le ponen mucha energía. Al principio es curioso y divertido, pero luego pierde bastante la gracia, al menos desde el punto de vista del espectador. Además, las Negritas van con botes de pintura negra amenazando con pintarnos, y cada vez que pasan hay que asustarse dando grititos y huir.

Por fin a las 17:00 todos (menos los de a caballo) hacen una doble fila en el campo y por parejas dan una carreterita seguida de una genuflexión ante la virgen.
Mientras tanto los matacos se separan en dos grupos de unos 50 jinetes cada uno y ante la atenta mirada de los capitanes, se juntan de dos en dos en el centro y se dan mutuamente de latigazos. Pero no en plan bonito, no, se dan unos zurriagazos de flipar. Van cubiertos con las cosas esas, pero seguro que se les escapa alguno en cara o manos.

Todo esto lo cuento así rápido, pero dura todo el día, y aunque lo alterné con probar todas las cosas de comer (gloriosas las empanadas blanqueadas) y de beber (el jugo de Tamarindo riquísimo) que encontré en las docenas de puestos, al final me aburrí un poco.
Esa noche hubo una tormenta muy guapa con rayos por todas las montañas de alrededor.
El día siguiente doma de potros (sin silla y agarrados a las crines) y concurso de lazo.

El siguiente me iba a ir pero los transportistas hacían huelga y cortaron la carretera en Tarija (a Evo le crecen lo enanos, pero ya hablaré más adelante de esto, cuando lo tenga más claro), así que me quedé. Y bien, porque eran las carreras de caballos. Por parejas y sin estribos. Cada caballo pertenece a un club hípico de un pueblo distinto, y hay una rivalidad enorme. Son una especie de desafíos. Los propietarios se ponen de acuerdo en la distancia que van a correr y luego tardan la de dios en juntar el dinero de las apuestas de cada parte. Cuando termina la carrera, los aficionados ganadores se vuelven muy locos y rodean al caballo felicitándolo (pasando del jinete) y empiezan a abrir latas de cerveza y a rociar al caballo con la espuma.

El muñeco (foto-finish rural)
Una cosa que me llamó la atención fue que en general no se bebía mucho alcohol. Todos esos que corren y gritan beben zumitos y sólo la gente veterana no disfrazada e implicada en la doma y las carreras, chuma bastante. Pero muy pocos acaban tirados por ahí. De donde yo vengo no es así. Más bien lo contrario.
Por fin después de cuatro días me monté en una flota (autobús) en dirección a Yacuiba, con los maleteros cargados hasta los topes de cocinas, ollas, sacos de patatas, amplis de orquesta... Al contrario que otras veces, yo no era el que más cosas llevaba.
Volví a flipar con el camino, pero ya algo menos con lo de tirar cosas por las ventanillas. Después de 5 horas (para 150 km) dejamos las montañas y bajamos al Chaco, la gran llanura que comparten Bolivia, Argentina, Paraguay y Brasil que originalmente era prácticamente entera boliviana, pero a lo largo del siglo XX los otros países le fueron dando mordiscos y arrebatando muchos miles de kilómetros cuadrados.
A partir de aquí, asfalto.

Las lamparitas LED han cambiado el mundo

Un chirihuanín

Esta vez fui a un tatuador especialista en tema Old school





Esta para Titín, claro
Qué mala ostia ¿no?


2 comentarios:

Laura dijo...

Así que andas por Bolivia!!
Bolivia y Perú son otro rollo comparado con Chile y Argentina, mucho más occidentalizados, Bolivia es bien auténtico, a mí, me encanta.
Si vas por Santa Cruz, visita la Chiquitanía, son misiones jesuitas, muy lindo, bueno, Potosí, Sucre, el Salar de Uyuni, La Paz, Copacabana... todo merece la pena, la verdad.
Comida: salteñas (increíbles), los cuñapés y sonsos de yuca en Santa Cruz, luego no hay mucho más, el piquemacho (salchichas con papas fritas), el silpancho (que consiste en un filete empanao gigante que tiene que cumplir el requisito de tapar todo lo que haya debajo)...
Bueno, pa cuando leas esto me imagino que ya habrás conocido la mayoría de cosas que te he dicho.
Un besín!!!

Anónimo dijo...

¿Laura? ¿Qué Laura? Precisamente ahora estoy en la Chititanía (¡jarrrl!). Después de aquí me dirigiré hacia Cochabamba y el altiplano, aunque no creo que vaya a La Paz.
Efectivamente, esto no tiene nada que ver con Chile y Argentina. Estoy flipando mucho.
Seas la Laura que seas, un beso,

Miguel

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