Si embargo, antes de partir de nuevo hacia tierras ignotas, aún me quedaba otra semanita de vacaciones. El año pasado, por mediación de Fredi había contactado con Marina, una ex Erre Que Erre murciana que vive en Viña del Mar con Pablo, el su mozu, y Mía, la hija de ambos.
Iba con un poco (poco) de miedo de meterme en casa de unos casi desconocidos, sobre todo porque no quería estorbar demasiado a una familia con niña pequeña y jornada laboral. Pero todo lo contrario: me porté todo lo bien que supe, me hice bastante amiguito de Mía (con altibajos) y creo que los cuatro quedamos encantados con la convivencia durante esa semana. Al menos yo sí.
Pasamos unas cuantas veladas enológicas, charlamos sin parar, cocinamos rico, compartimos música cojonuda y Marina y Pablo se acostaron tardísimo todos los días por mi culpa. Me prestó muchísimo.
Entre medias aproveché para ver Viña del Mar y Valparaíso (Valpo, como le decimos nosotros).
Viña del Mar es la ciudad de vacaciones de Santiago. Es una mezcla rara de El Sardinero, Benidorm y Salinas. Pretende ser lo primero, pero tiene demasiado de los otros dos.
En Viña hay incluso un hipódromo. Casulamente el día que fui a verlo -un miércoles después de comer- había carreras. Lejos de ser como Ascott o Miami no había ni jeques árabes ni leididís con pamela. Acojonantemente decadente: coches de tuning con cumbias a toda ostia, unos haciendo una fogata, las gradas vacías con grupitos dispersos de flaites fumando cosas... Un contraste bastante cachondo. Y las carreras (vi dos) muy cortas porque no daban la vuelta entera y muy poco emocionantes, aunque supongo que apostando tengan más salero.
Mauro, super Mauro de Villa O'Higgins, está pasando el invierno en Santiago. Durante todo el mes no fuimos capaces de quedar allá para vernos, pero casualmente estaba en Viña esos días. Nos vimos dos veces y fue un reencuentro de puta madre.
Una noche que fui a un bar hablé con el que ponía la música y por fin un chileno me ha hablado y pasado música de acá que no sea ni Los Jaivas ni Violeta Parra. Muy bien. Ya era hora, empezaba a pensar que no existía.
Viña y Valparaíso están pegados. Valpo es el puerto del centro de Chile. Tuvo mucha importancia durante toda la época anterior a la apertura del Canal de Panamá y ahora un poco menos. Es una ciudad muy curiosa. El barrio portuario está, lógicamente, abajo, con edificios de época española pero con muchos posteriores de influencia europea en general o setenteros feos.
A partir de ahí el resto de la ciudad se reparte por las 42 colinas que la rodean. Miles y miles de casas cada una de un color diferente ocupando todo el espacio posible y algunas en equilibrios increíbles. El conjunto, un caos urbanístico de la virgen, visto desde lejos es guapísimo. Luego cuando te metes hacia arriba empiezas a ver infraviviendas y edificios habitados sin terminar tipo Galicia mezclados con chalés guapos. Pero esto también tiene mucho encanto.
Los cerros más cercanos al puerto son los que tienen más vidilla. Más armónicos y con muchos murales cojonudos.
En uno de ellos, el Cerro Concepción, es donde vive Eduardo, un arquitecto que en su día hizo Santiago-California en bici y cuyo contacto me dio Melanie. Vive en una casa antigua de techos altos y con un baño en el que se podrían hacer dos dormitorios.
Aprovecho aquí para explicar lo del couchsurfing para quien no lo sepa, puesto que así es como se conocieron Eduardo y Melanie y porque muchos viajeros por aquí lo utilizan:
http://www.couchsurfing.org/search es una página que pone en contacto a viajeros con gente que se ofrece para echarles una mano: desde tomar un café o enseñar la ciudad a ofrecerles su couch para dormir. En todas las ciudades hay bastante gente apuntada. De hecho, si buscáis en la página, veréis que en vuestra ciudad conocéis a más de uno y de dos. Buscad, buscad, ya veréis. La idea está muy bien, aunque por lo que he visto la página se ha convertido en una especie de facebook en la que los receptores quieren ser más populares que los demás. Pero bueno, ya estoy yo con mis cosas...
El caso es que pasé una tarde muy agradable con Eduardo dando vueltas por Valpo en bici, escuchando sus explicaciones y charlando, por supuesto, sin parar.
Me habría gustado que me llevara a ver la Ciudad Abierta de Ritoque, pero quedaba demasiado lejos.
Como siempre, lo que iban a ser 3 días se conviertieron en una semana. A este paso no voy a conseguir superar a este tío, ni a este, ni a este otro.
Por cierto, ya he soñado varias veces que me robaban la bici en mis propias narices. La última fue una amarilla guapísima que me acababa de regalar el mismísimo Contador en una parada de metro, aquí en Santiago. Probe, con lo mal que me cae y él sin saberlo.
Otro sueño recurrente que tengo -este desde el principio del viaje- es que de repente estoy en Oviedín y la gente que me encuentro me pregunta "¿pero tú no estabas por ahí de viaje?". Y yo no sé qué responder y me desasosiego.
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