53 - martes 17 de enero de 2012 - Cochabamba-Sucre

Cochabamba (Cocha) es la tercera ciudad más grande de Bolivia. Yo no le encontré mucha gracia, salvo la zona del mercado, que es un flipe: todo un barrio del SE de la ciudad está dedicado a mercado. Una locura para andar en bicicleta. Lo hice para ir a la zona de puestos de bicicletas buscando unas bielas nuevas con el plato lo más pequeño posible. Conseguí un 24. También compré (¡por fin!) unas cubiertas con tacos. En ningún sitio del norte de Argentina ni en toda Bolivia había conseguido encontrarlas, porque las ruedas de 700 son una medida rara por aquí. Con el plato y las cubiertas ya puedo enfrentarme a (casi) cualquier cuesta.
El segundo día de llegar a la ciudad conocí a un chaval cochabambino que resultó que andaba mucho en bici y que tenía el proyecto futuro de recorrer Sudamérica en bici. Como yo y como tantos otros. Me dijo que era miembro de warmshowers, una especie de couchsurfing pero exclusivo para cicloviajeros. Ya lo conocía, pero pensaba darme de alta cuando llegara a casa. Me dio el teléfono y me dijo que le llamara el día siguiente si quería irme a su casa.
Ese mismo día era Nochevieja. Y mi habitación del hostal tenía tele. Y tenía TVE Internacional. Así que me compré unas uvas y a las 19:00 hora local, las comí con la Igarteburu y el tonto de Cruz y Raya (qué tonto es). Y me puse nervioso y todo. A las 23:00 me quedé sopa.
Por cierto, aquí en Nochevieja la costumbre es contar dinero. En los mercados venden euros, dolares y bolivianos falsos para, a medianoche, dar una vuelta a la manzana contando dinero. Es muy cachondo oír a los vendedores anunciando "¡1000 dólares, un boliviano!".

La mañana del 1 de enero llamé a Edson y me fui a su casa, que resultó ser un hostal junto a la carretera general, a 12 km del centro y ya entrando en Quillacollo.
Estuve en el hostal 4 días, durante los cuales Edson me contó que que estudiaba cocina y que quería hacer la tesis (el trabajo de fin de carrera) sobre los usos culinarios de un fruto que, en Bolivia, sólo crece en las cercanías del pueblo de su familia, en el sur del país, muy cerca de Tarija.

Le di vueltas al tema y al final le dije que si quería que fuéramos juntos. Le pareció una idea estupenda y durante los tres días siguientes preparó la bici y los bártulos y nos fuimos.

Durante todo el tiempo que estuve en el Oriente boliviano me había preguntado cómo sería el tema colla-camba en el altiplano. Bueno, pues flipé, porque a diferencia del Oriente, donde rajan pero sin pasarse, aquí me encontré con gente abiertamente racista con los propios collas (o cholos o indígenas), es decir, con la gente que vive aquí de toda la vida. Muy jevi, hablando incluso de "raza maldita" y lademimadre. Y para criticar al gobierno "¿te das cuenta de que esa gente es la que está en el gobierno?". No me gustó nada.
Y hablando del gobierno, aunque por aquí está todo lleno de pintadas a favor de Evo, restos de las últimas elecciones, incluso en los pueblinos los propios indígenas rajan de él si pueden. Bueno, como siempre hay que contar con que hace más ruido la gente descontenta.

Concretamente estos de la foto son cocaleros
pidiendo que se siga con la superpolémica
carretera del TIPNIS. Y a favor de Evo

Mi idea era ir a Sucre por unos caminos raros que, en mi mapa, acompañaban a la vía del tren y me imaginaba que, por ello, no tendrían mucho desnivel.
Alguien le dijo a Edson que se podía ir por el Parque Toro-toro, lo que acortaba bastante la ruta que yo tenía pensada. Pero ya el primer día varias personas del camino nos aseguraron que, puesto que ya había empezado la época de lluvias, había varios cruces de río que no íbamos a poder hacer. Nuevo cambio de planes y vuelta al que yo había trazaado inicialmente.
Más tarde vi fotos de Toro-toro y me di cuenta de que fue una pena no pasar por allí, porque aunque el otro camino moló mucho, creo que habría preferido ese. Pero como yendo en bicicleta todo es guapo, no pasa nada.
A partir de ahí empezamos a combinar caminos de ripio con empedrado en continuas subidas y bajadas, unas más largas que otras, pero manteniéndonos siempre entre los 2500 y los 3200 m. Sin subir ni bajar mucho (con excepciones) pero con algunos repechos cojonudos. Además, las zonas de empedrado son muy perras para andar en bici cargada, con un tembleque continuo y muy duro de pedalear.

La París-Roubaix de Bolivia
Pero los paisajes guapísimos, por zona muy rural y las huertas (papa, maíz y haba casi exclusivamente) esplendorosas.

Una de las primeras noches, cuando estábamos cenando acampados en lo alto de una colina, aparecieron -de la oscuridad y de repente- cinco paisanos con poncho que nos acojonaron bastante al principio. Muy de peli de miedo. Lo del poncho puede parecer una tontería, pero le añade bastante emoción al no saber qué llevan debajo (me refiero a si llevan fesorias, foces o machetes). Al final sólo querían saber quiénes eramos y qué haciamos allí, porque había habido robos en casas últimamente.

Aquí cuento algo que no conté en su momento y que añade tensión al encuentro: entre Ginger's y Cochabamba, en un sitio donde acampé me contó un paisano que estaban esperando a ver si pillaban a unos ladrones que frecuentaban aquella zona para matarlos. Así de claro. Glups. La ley del campo.

El resto de los días dormimos casi siempre en polideportivos y una vez en el mercado de un pueblo, pregonando nuestra presencia en los pueblos para que no hubiera malentendidos.
La contrapartida de esto es que se reunían legiones de chavales para observar absolutamente todo lo que hacíamos. Pero en silencio, sin interactuar. No mola mucho, la verdad. El tema llegó a tal punto que una noche se quedaron incluso cuando ya estábamos metidos en el saco, Edson durmiendo y yo leyendo. Ese día les pedí que se fueran y lo hicieron al instante.
Pero estos mismos guajes nos trajeron para desayunar pescaditos fritos con papas. Nos prestó mucho. Además, casualmente los habiamos visto pescando la tarde anterior. Esa mañana ya hablaron un poco más.

Una pregunta que repiten una y otra vez en los pueblos es cuánto hemos pagado por cualquier cosa que nos vean: las bicis, los hornillos, la bomba de hinchar... Un poco cansado del tema, resolví responder siempre un precio irrisorio o que me lo regalaron.
Me cuesta bastante entender el castellano de la gente de por aquí. Aparte de pronunicar muy cerrado, cambien el orden de las palabras: "uuuh, lejitos es pero". He de decir que a ellos también les cuesta entenderme a mí, con el ceceo y las jotas fuertes.
Otra cosa más es que muchas veces cuando hago una pregunta, se quedan así mirando un ratito y luego responden a lo que ellos creen que estoy preguntando en realidad. O responden con otra pregunta. Lo mismo que decimos de los gallegos. Esto da lugar a malentendidos o a tener que formular las preguntas de otra manera y con cuidado. Y en esto incluyo a Edson.
En esta zona se usa el sistema inglés para el peso (onzas, libras y cuartillos, que son 6 libras).
Y el trato vendedora-cliente es de casero/a: "¿qué va a llevar, caserito?", "¿tiene ajo, casera?"

Sí, sí, hórreos
A partir de la noche de los paisanos del terror (incluida) llovió todas. Y algunos días pedaleamos durante varios kilómetros bajo la lluvia. Entre eso, el empedrado y el sube y baja continuo hicimos una media de 40 km diarios.
Por cierto, Edson está un cacho más fuerte que yo. Podría poner como excusa que yo llevaba más peso y que mis ruedas son más grandes, pero creo que aunque hubiéramos intercambiado las bicis el resultado habría sido el mismo. Yo acabé agotado todos los días y él llegaba lo suficientemente fresco como para preparar unas cenas cojonudas y a una velocidad pasmosa. Es de esos que lo primero que hace es encender el fuego y luego ya empieza a picar la cebolla. No en vano ha currado en restaurantes de hoteles y en tema banquetes.
Con él aprendí que no es necesario cenar todos los días lo mismo. Y también algunas cosas de mecánica de bici que aún no sabía.
Hicimos algunos tramos por la vía del tren. Muy guapo, y con menos traqueteo que el empedrado gracias a la arena que rellena los huecos entre traviesas.

Pasamos por una zona donde todas las bicis llevaban unos manillares extrañísimos. Vaya incomodidad. Pero claro, quién ha dicho que fardar tiene que ser cómodo. Concretamente esta bici pertenecía a un testigo de Jehová que, aprovechando el tema de la foto, se puso un poco proselitista. No había mucha escapatoria, allí en medio del campo, pero logramos poner pies en polvorosa antes de que nos regalara La Atalaya.

Y así fuimos avanzando hasta que una mañana que orbayaba, mientras yo me tomaba el café dentro del saco, veo que Edson empieza a recoger sus cosas. Poco a poco termina y carga todo en la bici. Cuando ya está listo se acerca a mi tienda y me dice que se pira. Que se pira solo y que adiós. Así.
Flipando, le pregunto que por qué y me dice que vamos muy lentos y que él necesita llegar para nosequé fecha a Cochabamba. Pero en ningún momento me dice que vaya con él y que apriete. Ni en ningún momento de los 6 días anteriores me había dicho nada al respecto.
Pues nada, adiós. Cuando se está yendo me dice que mantengamos el contacto y nos juntemos en Uyuni. Me pilla desprevenido y le digo que vale, pero en seguida pienso que te den.
A partir de ahí, por supuesto, estuve rucado toda la jornada. Repasé todos los días pasados, a ver si había hecho algo malo (u horrible). Luego pensé que no estaba del todo a gusto conmigo y que prefirió no decirlo. Pero al final llegué a la conclusión de que sería verdad lo que adujo, y también que el chaval tiene un problema de comunicación.
Bueno, por lo menos no me puso mirando pa Zamora.

El caso es que ya estaba solo otra vez. Bueno, cuando digo "solo" quiero decir "pedaleando solo", no que tenga sensación de soledad. Desde el momento en que se fue ya tuve más libertad para hablar con la gente de los pueblos (a él no le gustaba mucho), parar y dormir donde yo elegía (a él se le antojaron varias veces sitios que resultaron muy malos; y yo, que tengo más experiencia, no me puse firme en ese tema), o esperar atechados a que deje de llover (él se aburría). En realidad digo todas estas cosas, pero yo estaba bastante contento con su compañía. Sabiendo que tenía un final, claro. Porque en realidad viajar solo es la mejor manera.

Aquí fue
Dejó de llover y partí. Estaba yo ensimismado en mi análisis de la movida cuando al pasar por un pueblo me encontré a este personaje.

El Richar
Nombre artísitico: Richard Douglas, artista internacional (argentino-boliviano) y químico (me dio a probar un brebaje alcohólico muy rico). En realidad como cualquier personaje de esos que habitan los cascos antiguos de las capitales de provincia en España, pero aquí tiene más valor porque en Bolivia no abundan

Da de fumar a la libreta de las letras. Y al principio fue bastante reticente en dejarme hacer esa foto, porque por lo visto está a puntito de grabar un disco y, claro, esa libreta vale mucha plata. Pero al final le pudo la vanidad.

Al loro con los anuncios de tintes de pelo y de empresas de transporte
Charlamos un rato, me tocó unos temas msotrándome su prodigiosa técnica y me alegró el día.
Esa noche dormí dentro de una escuela. A mitad de noche vomité toda la cena en varias tandas, no sé si por los disgustos, por el brebaje del Richar o porque tocaba. Aunque pude desayunar, por la mañana estaba muy jodido. A la primera cuestona no podía más y pedí a un pick-up que me llevara hasta Sucre, a 50 km. Luego desde el coche comprobé que la cuestona era el preludio de un puertazo de 1200 m de desnivel, que me salté tan ricamente.
Por fin llegué a Sucre. Fui al hostal Pachamama, que no es el más céntrico, pero que me gustó nada más verlo. Un jardín grande lleno de sitios para sentarse y las habitaciones distribuidas en tres pisos en plan corrala. A mí me pusieron en la esquina del último piso, con un francés, un japonés y una francesa. Y al lado unos polacos, que fueron sustituidos por unos chilenos adoradores de Tunupa y luego unos franceses. Y por ahí alemanes, brasileiros, suizos, belgas, argentinos, australianos, muchos franceses y un hindú.
La disposición de las habitaciones con la balconada, el jardín y los saloncitos exteriores en cada piso hacen que haya muy buen rollo. Todo el mundo está encantado y se ajunta para hacer planes. El conjunto me recordó mucho a Melrose Place.

Kimberley y Michael
Amanda tocando el violín
Casi todo el mundo pasamos muchas horas dentro del hostal, que puede parecer un poco tonto, teniendo toda una ciudad ahí fuera, pero es que lo pasamos muy bien. Salimos casi todas las noches un puquitín y algo más el día que hicimos una parrillada y acabamos en el karaoke de enfrente.

Lo pasamos teta. El francés compañero mío de cuarto, un elemento, cantó todo lo cantable y se juntaba a cantar temas románticos latinos con bolivianos sin haberlos escuchado jamás. Pero bueno, todos dimos lo mejor que teníamos. Por supuesto.

Y vaya temazos que nos marcamos

Yo creo que fue un pincho de mayonesa
Sucre: 250.000 habitantes (cuarta ciudad de Bolivia) y un pasado colonial español muy visible. Casi todas las calles del centro recuerdan a las de cualquier capital castellana. Además, con mucha vidilla. Y, no sé si estaré aquejado del mal del marinero (o del presidiario), pero hay unas chavalas bien curiosas y bien prestosas. En conjunto es la ciudad que más me gusta de Bolivia.

Navidad, con este tiempazo
Con El Chavo del Ocho sustituyendo a Charlot, sería la verdadera
Trinidad acá en Bolivia. Este debe de ser un disidente
Esta para Urbanismo: Q5 ¿no?

Wawa wasi mulufalda

1 comentarios:

Anónimo dijo...

jodó con la pezuña!
y los guajes de la portería que estaban subiendo? un perro? no verdad? mecagoen ...
tienes q hacer más fotos de esas panorámicas, son un flipe, bueno todas molan mucho la verdad
gggggggggggg
ah! y lo del Edson buenísimo!
mescojono...
ay mare q bonito to!
besucus
Marta

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