Domingo 13 de febrero de 2011 - Punta Arenas

Llevo en Punta Arenas exactamente una semana. Llegué muy cansado de la última tirada y necesitaba descanso y alimento para el cuerpo y para el espíritu.
Roni (suizo) y Brianna (USA), a los que conocí en mi última etapa ciclista cuando pararon su coche a mi lado para darme ánimos y un poco de copnversación, (lo cual me sirvió para no desfallecer y hacer los útltimos 10 km hasta llegar a Porvenir -¡gracias Roni y Brianna!-) me indicaron el albergue en el que estoy atrapado. Y estoy atrapado porque aquí, en el Backpacker's Paradise (horrible nombre) se respira un buen rollo que no ye normal. Entre Cristian (el encargado), Roni (el mismo suizo) y toda la gente que va y que viene, aquí hay un ambientazo que engancha.
Supongo que el haber sufrido tanto físicamente en las últimas etapas tiene buena parte de la culpa de que me dé pereza enfrentarme otra vez al ripio y al viento.

Por otra parte, si bien no he sentido soledad en ningún momento -a pesar de haber pasado algún día sin ver absolutamente a nadie-, sí que me doy cuenta de que en cuanto llego a un núcleo habitado, necesito contactar con la gente. Y para eso este albergue es perfecto. Todos los días hay gente nueva y todos tienen algo que contar. Y yo algo que contarles a ellos, claro. Faltaría más.
Así que llevo una semana vagueando: dando a la parpayuela ("charlando", para los no asturianos, no eso otro que habéis pensado, marranetes), poniendo a punto este blog, charlando, comiendo mucho muchísimo, dando paseínos, charlando, pasando frío en la calle y calorín en el albergue y, de vez en cuando, charlando con alguno. Vamos, unas vacaciones dentro de las vacaciones.
Pero insisto en que esto engancha y que tengo que ponerme en camino otra vez.

Punta Arenas es una ciudad como dios manda. Con casi de todo y guapísima, sobre todo si la comparamos con Ushuaia o Río Grande. Tiene un estilo colonial porque fue el centro de operaciones de toda la actividad mercantil en la época dorada de Tierra del Fuego, un puerto absolutamente estratégico pre-Canal de Panamá y, más recientemente, en la exploración antártica. Algunas de las casas grandes son palacetes de estilo francés, que supongo que era lo molón en la época. Se nota que aquí hubo mucho dinero.

Como todas las ciudades de América que he conocido hasta ahora, está dispuesta en cuadrícula regular, lo que facilita mucho encontrar los sitios o seguir indicaciones ("a 3 cuadras giras a la derecha...").
Entre otras cosas remarcables están el Cementerio, muy guapo y sobre el que hablaré otro día, y la Zona Franca, un polígono libre de impuestos lleno de tiendas de electrónica, perfumes, alcohol, tabaco y, en general, de todo aquello que se vende en los duty-frees. O sea, asqueroso.

Todavía no sé lo que significa esta señal. Si a alguien se le ocurre algo, que lo diga
Aparte de Roni y Cristian, con los que he compartido casi todo mi tiempo aquí, he conocido a gente de un montón de sitios: desde unos geofísicos Checos y una teóloga (?!) que venían de hacer cosas de geofísicos en la Antártida, hasta unos japoneses que se pasaban el día cocinando, pasando por chilenos, alemanes, brasileiros, colombianos, americanos, canadienses, italianos... y hordas de israelíes.
Aquí hago un inciso: Sudamérica está llena de israelíes. Para el que no lo sepa, resulta que en Israel los hombres tienen que hacer un servicio militar de 3 años, y las mujeresa de 2 años. Eso ocurre en cuanto terminan la enseñanza secundaria. Cuando acaban el servicio militar prácticamente todos trabajan en algún curro pasajero y ahorran dinero para hacer un viaje antes de volver a Israel y enfrentarse a la Selectividad o al mundo laboral no cualificado, ¡pero con 23-24 años! Como Latinoamérica y el Sudeste Asiático son destinos baratos, van todos hacia allí en verdaderas hordas. De hecho, es la nacionalidad predominante. Según me han dicho algunos, la intención del viaje no es conocer mundo, sino airearse y, sobre todo, olvidarse de los últimos tres años. Es curioso. A pesar de que me parecen gente un poco especialita (aunque en realidad ¿quién no lo es?), sólo me los he encontrado majos, pero por aquí tienen muy mala fama porque por lo visto después de 3 años de servicio milita vienen asalvajados y dan problemas en los alojamientos. De hecho, hay algunos (yo no lo he visto) en los que directamente prohíben la entrada a israelíes o, más sutilmente, colocan una bandera palestina en la puerta.

Miércoles 9 de febrero: el único día desde que estoy por aquí que hizo un día un poco primaveral
Otro personaje que me he encontrado en el albergue es a Tony The Traveller, un inglés ciego de 32 años que se dedica a viajar por el mundo. Él solo. Acojonante. Mirad su página web: http://www.tonythetraveller.com/
Aquí llegó de la Antártida y se fue después a las Malvinas. Nada más llegar le estuve ayudando a leer y escribir correos electrónicos (entrevistas de periódicos, su familia, su moza, un alemán que quiere hacer un documental...) y por la tarde le acompañé a que cenara en un restaurante para leerle la carta y dejarle encarrilado. Pero luego le dejé allí y volvió el solo.

Tony tocando la comida para saber dónde está y qué es
Aquí en el albergue todo el mundo se volcó con él y le ayudó en todo lo que necesitó, y el correspondía haciendo bromas de ciego (que si "conduzco yo", que si "aquí huele a..."). Muy guay, la verdad: nueva demostración de que la gente es cojonuda en todas partes, porque si no fuera así, Tony no podría hacer lo que está haciendo. Casi me apetece escribir otra bonita poesía.

Poniendo a punto la bici
Otra cosa que hice estos días fue intentar reparar mi cámara de fotos. Se estropeó 3 días antes de que llegara a la civilización, así que no tengo fotos de unas etapas costeras con paisajes muy guapos, ni de algunos de los campamentos gitanos que me curré. ¡Maldita obsolescencia programada!
Bueno, el caso es que como no tenía nada que perder y parecía un problema mecánico o eléctrico (no lletrónicu, en ese caso no me habría metido ni loco), decidí adquirir unas herramientas piquiñinas, de esas que se compran en tiendas de electrónica, y abrirla a ver si podía dar con el fallo.

Después de un intento frustrado en el que no puede llegar al problema y en el que obtuve como resultado dos tornillos y una plaquina sobrantes, al día siguiente me puse con Roni (una vez más el suizo) y la desarmamos completamente. Muy jevi.

Y no sólo eso, sino que sólo nos sobraron 4 tornillos -todos diferentes entre sí- y casi casi casi la arreglamos. Es decir, solucionamos el problema mecánico, pero hacía mal las fotos por una perforación involuntaria de un cable. Una pena.
También he de decir que el maestro de las operaciones fue Roni. Claro, es suizo y tendrá el culo pelado de arreglar relojes de cuco con su navaja multiusos mientras acaricia a su San Bernardo.

Roni no sólo hace estas cosas, sino que hace unos años trabajó de mecánico de bicis.

Cristian, Roni y yo comentando un poco el tema

1 comentarios:

Felipe Díaz dijo...

Ese letrero indica zona típica o artesanía. La figura es una representación de la cantora chilena hecha de greda, barro o arcilla propia de la zona de Pomaire o Quinchamalí.

Saludos y espero tus relatos

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