Durante esta semana visité el cementerio de Punta Arenas. Todo el mundo me había recomendado que fuera a verlo porque es muy guapo y tiene tumbas de gente de todas partes, testimonio del pasado de una ciudad como esta a la que llegó gente de todo el mundo mundial a finales del XIX y principios del XX, especiamente españoles (gallegos y asturianos) y croatas. Pero en las lápidas se ven apellidos de todas partes.
El caso es que hago un post especial sobre él porque me encantó. No por bonito, que lo es, sino porque en la zona de nichos flipé. Aquí la gente adorna los nichos de los suyos de una manera muy especial, muy alegre. Nada de duras y frías losas con epitafios solemnes, no. Las llenan de flores de plástico de muchos colores, molinillos, adornos de esos de poner encima de la tele sobre un mantelito de ganchillo, objetos favoritos del fallecido o de sus familiares... En fin, bizarría, pero muy buenrollera.
En la zona central del cementerio sí que hay mausoleos jevis,
pero la zona de nichos, que es muy extensa, con varias alturas, voladizos, pasos inferiores, es un tesoro. Me pasé horas viéndolos uno por uno.
Bueno, hay algunas zonas en las que abundan los nichos de niños y bebés, y esos dan un poco de bajón,
En la zona central del cementerio sí que hay mausoleos jevis,
Tendré que mandárselo a mi admiradérrima Nieves Concostrina (me encanta ese apellido), aunque es imposible que una erudita de su talla, el ave fénix del tema funerario, desconozca la existencia de este pedazo de cementerio.
Bueno, sin más preámbulos, ahí van:

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