Al final me quedé en el Club Náutico de Río Grande 4 noches. Se estaba tan bien allí, la vida era tan fácil y conocí a tanta gente maja, que me quedé atrapado utilizando la excusa del pronóstico malo de viento día tras día. Asín de claro.
En realidad fue un descanso activo, porque hice varias salidas cortas en bici (sin alforjas) en las que probé un aperitivo del viento que me esperaba para los días siguientes. Escalé en el rocódromo del Club, escalé en unos bloques en el Cabo Peñas (en serio, se llama así), cené una parrillada con los del Club Alpino... Estuve encantado.
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