32 - 11 de junio de 2011 - San Martín de Los Andes - Villarrica

Mira que me gustan a mí los carteles, pero es que me lo ponen a huevo

Me despedí de Melanie y Troy (esta vez definitivamente -en principio-) y con el tiempo ya cambiado, como anunciaban, volví a salir tardísimo.
Hasta la frontera con Chile quedaban 90 km, pero con gran extrañeza me encontré con el puesto fronterizo argentino a los 30 km de salir. Y nada más llegar la primera sorpresa: me dicen que el paso está cerrado. Yo les digo que pregunté específicamente en la Gendarmería de San Martín y que me aseguraron que estaba abierto. El gendarme se queda dudoso, como que le pillé en un renuncio y se decide a llamar por radio. Después de un rato me dice que vale, que me dejan pasar, pero que "creen" que el puesto chileno está cerrado, que si tengo alguna emergencia no me van a ir a bsucar y, una vez más, que es poco menos que imposible que pase con mi bici por esas cuestas y esos barros. Y yo les digo que síííí, que vaaaale.
Durante todo el papeleo, que fue mas largo de lo esperado, vi en la tele que el volcán Puyehue, cerca de Bariloche y Villa La Angostura, había entrado en erupción y que ambas ciudades estaban aisladas y con una capa de cenizas considerable. Yo estaba a unos 50 km al norte del volcán, por lo que si se mantenía el régimen habitual de vientos, yendo yo hacia el noroeste, libraría. No obstante, los gendarmes me dijeron que estuviera un poco al loro.
Tan laaaargos fueron los trámites que salí de allí de noche y hasta 10 km más allá y empezando a nevar, no encontré un sitio adecuado para acampar. Pero cuando lo encontré fue casi perfecto: un cámping cerrado junto a un lago. Esa noche cayó una pelona gorda que trajo un día estupendo.

Proseguí camino atravesando una colada de lava reciente (esto es todo zona de volcanes y "reciente" pueden ser décadas)

y algunas manchas de aracucaria, las mismas que el arbolón de Caravia.

(Inciso: la Araucaria araucana aquí se llama pehuén y da nombre a una de tantas etnias extintas de Latinoamérica, los pehuenches, que habitaban las zonas altas de la Cordillera en la época piñonera, base de su alimentación. Actualmente sólo los mapuches tienen autorización para coger piñones, que se venden en las fruterías y que estan bastante ricos.
Otra curiosidad es el nombre de la especia en inglés: monkey puzzle tree o árbol confundidor de monos, que me aprece un nombre cojonudo. Es bastante cachondo imaginarse a un mono trepando por ellas y cagándose en rós a cada pinchazo)

Después de unos 80 km desde San Martín no encontré dificultades excepto un barrillo que dificultaba bastante el avance, pero nada que no hubeira visto ya, así que lógicamente me regodeaba pensando en lo nenazas que son los argentinos y en lo bravo que yo soy.
Unos 10 km antes de la frontera decidí parar en unas termas (balnearios al aire libre de aguas termales) a tomar la última Quilmes.

Mientras me la tomaba, una colombiana me explicó uno por uno los diferentes tipos de energía (y no de la que se mide en kilojulios, claro) que me iba a encontrar en mi viaje. He de confesar que la provoqué nombrando precisamente los sitios que yo me sé que les prestan a esta gente: Valle del Elqui, Isla de Pascua... Pero como no tenía ningún compinche, pues no era tan gracioso.
Con las pilas cargadas de ATP (7,7 kilocalorías por cada mol), me enfrenté a los últimos 10 km antes de la frontera. Y sí, ahí estaban todas las dificultades concentradas: unas rampas de la virgen con barro y piedra suelta que en la parte más alta estaban cubiertas de nieve dura y me obligaron a empujar la bici durante unos 3 km. Bueno, vale, tenían razón en que está un poco difícil, pero ni de coña tan negro como me lo ponían.

O sea que sí, que son unos nenazas y yo, eso, asín de grandes. No es que me decepcionara, porque tampoco busco dificultades a lo pijo, pero sí me sorprendió lo diferente que se puede ver una misma cosa.
A partir del Paso Carirriñe, a unos 1200 m, la carretera (ripio todo el tiempo) baja hasta los 300 m del Valle Central, pero yo me quedé a hacer noche a 900 m, en el puesto de carabineros que, efectivamente, estaba cerrado.

Esto era un problema porque tenía que registrar de alguna manera mi entrada en el país, así que al día siguiente busqué la Tenencia de Carabineros en el primer pueblo, Liquiñe, para hacer los trámites. Se sorprendieron mucho de que los argentinos me hubieran dejado pasar. Como a buenos servidores del orden no les cabía en la cabeza hacer las cosas de ninguna otra manera y entraron en un bucle de "es que el paso está cerrado, es que el paso está cerrado, es que el paso está cerrado...". Yo no estaba en posición de enfadarme, pero coño, algo habría que hacer si ya estaba allí. Me acojonaron un poco porque lo primero que dijeron fue que iba a tener que dar la vuelta y subir ese pedazo de puerto, pero una espera de dos horas para que los argentinos confirmaran que yo era yo y que había pasado por allí, solucionó todo el tomate.
Menos mal, porque esa habría sido probablemente la etapa más dura del viaje, aparte del rodeo que suponía y que volvería a estar cerca del volcán. Pero no, poniendo un poco de voluntad entre todos, se arregló. ¿Veis cómo no era tan difícil?
Pero con Chile regresa la lluvia. En cosa de 5 km pasé del invierno cordillerano argentino al otoño valdiviano, siendo mayo y junio los meses más lluviosos en una zona donde habitualmente llueve la de dios.
Así que después de dos pequeños puertos y 40 km de lluvia asquerosa decidí parar en Coñaripe y buscar el único cámping abierto en una de las zonas más turísticas de Chile y donde está el ambulatorio en el que me curaron la herida del brazo después del tremendo ostión en bici del año pasado.

Esto cambió bastante desde la foto del año pasado
Windguru anunciaba vientos de 50 nudos (100 km/h) con lluvia para los dos días siguientes y mejagundié chaval, un vendaval brutal: el pueblo se quedó sin luz y en Villarrica, a 40 km, hubo un tornado al que menos mal que no se le ocurrió pasar por Coñaripe porque dentro de una tienda de campaña no tiene que molar nada (pero NADA ¿eh Posi?).
Me quedé todo el día y toda la noche siguientes. El viento se calmó un poco, aunque la lluvia no, pero ya no quería quedarme allí otro dia y marché hasta Villarrica bajo una pertinaz lluvia.
Allí me encontré con los restos del tornado. Se veía perfectamente el camino que había seguido atravesando el centro. Muy jevi.

En Villarrica me quedé 3 días en un hostel en el que era el único alojado esperando a que dejara de llover perros y gatos.

Máquinas a vapor de aserradero. Las hay por todas partesEsta para mis amazonas favoritas: la Rosina y la Patri

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Miguelín!!
Menudo viaje!!!
Qué recuerdos me han venido viendo las fotos de Bariloche, San Martín, Villarrica.... de cuando anduve por aquellos pagos. Qué lindo lugares!! Dan ganas de regresar.
Y hasta dónde piensas llegar? Yo estoy en Cajamarca, en el norte de Perú, ye un poco lejos, pero todo ye animase!!!
Cuídate mucho y que tengas buen viaje.
Un besote!!
Lau

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