56 - domingo 26 de febrero de 2010 - Oruro



El Carnaval de Oruro está considerado como el más jevi del mundo andino. Aquí en Latinoamérica el Carnaval es el fiestón del año. Desde el de Río de Janeiro al de Gualeguaychú, pasando por este de Oruro y los pueblinos de cuatro casas. Son 3 días (fin de semana o lunes-miércoles) en que se paraliza el país, al menos aquí en Bolivia.
Leí por ahí que, puesto que el Carnaval era la única fiesta pagana que permitía la Iglesia Católica (algo que nunca he entendido: te dejan pecar todo lo que quieras justo antes de la cuaresma), los pueblos originarios aprovecharon para meter ahí sus fiestas tradicionales; todas las del año concentradas en una.Y aquí, como en todas partes, se celebra bebiendo a lo loco.
Yo llegué el viernes y en la primera vuelta de exploración ya vi que en prácticamente todos los negocios a pie de calle (peluquerías, abogados, ferreterías...) estaban los dueños, familiares y allegados ch'allando desde por la mañana. Luego explico qué es esto, pero para resumir: es una especie de bendición de lugar o cosa, ofrendando a la Pachamama y bebiendo sin parar.
El Carnaval empezaba el día siguiente, pero ya se respiraba fiesta por todas partes. El sábado por la mañana me junté con Pancho, Anahí y Caro, los argentinos que había conocido en Uyuni. Aunque nos habíamos estado comunicando por correo, no habíamos quedado en anda concreto, pero me los encontré porla calle. Como encontrarse en los Sanfermines a la única persona que conoces.
El Carnaval de Oruro consiste básicamente en que el sábado y el domingo hay un desfile haciendo un recorrido por la ciudad, cerrado por graderías de pago (entre 15 y 100 € el asiento; y sin asiento es prácticamente imposible ver nada).
Desfilan miles y miles de personas agrupadas en fraternidades, cada una con una o varias bandas de música. Conclusión: hay desfile desde las 8 de la mañana hasta bien entrada la madrugada. Y la gente de las gradas aguanta todo eso y lo pasa bomba comiendo bebiendo, bailando y dando voces. Para mí es una brasa, pero claro, yo no pillé grada y tampoco estaba con mis amigotes en la fiesta más esperada del año.
Los disfraces de los desfilantes (los únicos que se disfrazan, porque la gente de a pie no lo hace) son supercomplicados y bastante alucinantes. Y por lo que me explicaron los renuevan cada año, vendiendo los de años anteriores a la gente de los pueblinos. Mucha plata.

Como todo esto del Carnaval es un poco largo de explicar, os dejo el enlace de la wikipedia. Y un vídeo en el que se ve cómo son los desfiles.
Con mis argentinos anduvimos por ahí y emepzamos a celebrar a la boliviana bien prontín. A media tarde vimos que había una juerga en una óptica y entramos. Estaban dentro el dueño, una pareja de argentinos y un montón de cervezas. Pues nada, nos quedamos allí y el dueño, al que llamaré H por razones que luego se verán, empezó a comprar birras y más birras sin dejar que nadie pagara nada. De ahí pasó a pillar botes de espuma con los que rociábamos a todo el que se aventuraba a pasar por delante de la tienda.

Esto es típico del Carnaval de aquí. Hay que andarse muy al loro porque en cualquier momento te pueden llenar la cara de espuma o tirarte una hondonada de agua con unas pistolas siderales enormes que llevan los guajes. Llevar en la mano un bote de espuma es una declaración inmediata de guerra y ser gringo y no llevarlo, una invitación. Así que no queda otro remedio que ir armado y responder a las provocaciones. O provocar. Es bastante divertido y nadie se ofende.
El caso es que en el fragor de la batalla (y del gologón, como diría Dani) cayéronseme las gafas, saliose un cristal y yo mismo lo pisé. La vida es así de graciosa: romper las gafas en una óptica. A partir de ahí ver bien con un ojo y fatal con el otro me hizo una ensalada mental muy curiosa. Cuando me harté fui al hostal a por las de repuesto y cuando volví ya se había calmado todo un poco.

Aquí, con un ojo a la virulé y el otro más o menos normal
Esa madrugada me levanté a las 4 para ir con Pancho y Feña -una chilena- a ver El Alba, que se supone que es una cosa que hay que ver y que yo, según lo que leí, tenía muchas ganas de ver: antes de amanecer se juntan en una plaza todas las bandas (más de 5.000 músicos con vientos y percusiones) a tocar lo mismo. Tiene que ser una pasada. Pero no lo sé porque este año no hubo Alba y encima pasamos mucho frío.
El domingo y el lunes estuve muy jodido de la barriga. Llevo desde el principio del viaje jactándome de no haber comprado ni una sola botella de agua. Pero en el alojamiento se me olvidó preguntar si los de la casa bebían del grifo -que es la norma que sigo- asumiendo que en una ciudad tan grande sería buena. Cuando ya no había remedio y estaba jodido pregunté y me dijeron que si estaba tonto, que todo el mundo la hierve. Pues cojonudo. Por chulito.
Quería irme de Oruro -una ciudad muy poco interesante quitando el Carnaval- lo antes posible, pero entre lo de la barriga y arreglar las gafas, pues me tenía que quedar.
El lunes, terminado el Carnaval, fui a la óptica de don H, que por la mañana ya estaba (seguía) bebiendo cerveza. Me dio largas y me dijo que volviera al poco. Volví y que por la tarde. Por la tarde ya estaba bastante ciego, pero le obligué a que, por lo menos, me graduara la vista. Dejé las gafas y volví el martes. Pues lo mismo: por la mañana chumando, me da largas, y por la tarde le cuesta hasta hablar. Toma carnavalito. Ahí me asegura que él nunca falla, que cuando dice que lo hace, lo hace y blablablá: "el miércoles a las 17:00 tienes las gafas". Convincente. Vale, bien. A ver si tengo autobús el miércoles por la noche.
Voy el día siguiente, dispuesto a llevarme las gafas sin cristal para hacer la movida en otra óptica, y el cabrón había cerrado. Volví varias veces a lo largo del día y nada. Pensé que don H estaría ligeramente indispuesto y que se habría ido a casa a reposar y tomarse un alcaselcer, pero que el jueves por la mañana estaría en la óptica, fresco como una lechuga mostrándome ya de lejos un flamante cristal nuevo en mis gafas.
De todas maneras, tampoco me podría haber ido de Oruro. Hasta el jueves no hubo autobuses hacia donde yo iba porque en los pueblinos de por allí se celebra el Carnaval entre semana y se suspendió el tráfico. Y sin avisar, claro. Muy boliviano.
Jueves por la mañana, cerrado.
Pregunto en las tiendas de al lado, en el resto de las ópticas de la calle, a los vecinos... nadie sabe nada. Yo sabía que en el mismo edificio vive el dueño del local, pero su hija me dice que está de viaje.
Desesperación. Enojo. Despecho. Cólera.
Encima, el hospedaje donde estaba era un cuchitril horrible. A esto se une que el patio es un parqueo y desde primera hora de la mañana hay movimiento de coches justo delante de mi puerta. Los bolivianos, por alguna razón que se me escapa, encienden el motor del coche al menos media hora antes de marchar (de verdad que no exagero); y el ruido de estos motores no es como en los anuncios. La gente muy maja, pero un sitio muy bajonero con mi jodimiento estomacal que, encima, derivó en un catarro fuerte.

Digo que eran muy majos y sirva como ejemplo que una de las paisanas, cuando le pregunté por una costurera me preguntó para qué era. Se lo dije y me respondió que nada de costurera, que esperara 15 minutos y me hacía una bolsa nueva para los aperos de cocina. Dicho y hecho.

Como no me quería ir sin mis gafas y veía que podía ir para largo, me cambié a un hotel de superlujo con cama grande y dura, espacio, baño decente, ¡ventana! y tele con 100 canales. Costaba más del doble que en el otro lado, pero un total de 5 € por noche no me pareció muy caro. Eso sí, pasé más tiempo en el hotel que McCoyson cuando fueron a Mallorca.

El día siguiente hice viajecitos a la tienda a lo largo del día. Conseguí hablar con la esposa del dueño y me dijo que no tenía llave.
El sábado por fin di con su marido, el dueño, y me dice que vaya a la óptica de sus hermanos, a tres cuadras. Aquí me volvió el choque cultural. Joder ¡¿no me podían haber dicho eso mismo la mujer o la hija dos días antes!? Grrrrrrrrrrr.
Fui a la otra óptica y el hermano me dio la dirección de don H. Me costó mucho encontrar la casa porque aquí en Bolivia la gente sólo sabe el nombre de la calle donde vive y de la principal. Lo mismo que nos pasa en Oviedo. Fui pallá muy caliente. Era un edificio de varias viviendas y tuve que aporrear la puerta en plan escándalo en el vecindario para que me abrieran. Me abrió el propio don H y yo empecé a soltar de todo por la boca, pero en seguida me di cuenta de que él estaba jodidísimo. Desaliñado, sucio, oliendo fatal, más borracho que el resto de los días y, eso, muy jodido. Un alcohólico autodestructivo de la virgen. Uf. Le hice coger las llaves, nos metimos en un taxi, fuimos a la óptica y recuperé mis gafas. Por supuesto, sin arreglar. Lo volví a dejar en su casa sin soltarle discursito y me fui a la óptica de sus hermanos, que preguntaron sólo un poco por él y me dijeron que hasta el martes (era sábado) no podían hacerme las gafas porque tenían que pedir el cristal a La Paz. Pues no, pasé de estar en Oruro hasta el martes, que podía muy fácilmente convertirse en viernes o martes de la siguiente.

No se me olvida lo de la Ch'alla, que es bien curioso.
Bolivia es un país extremadamente religioso. La mayoría de la gente es católica, aunque están entrando con mucha fuerza todas las ramas evangélicas. Incluso Tupac Amaru y Tupac Katari eran ultracatólicos. Lo curioso es que aparte de ser superdevotos de tal o cual virgen (la de Urkupiña es la reina absoluta -hace ya unos meses pasé cerca del santuario sin saberlo, cachis-) o de tal o cual santo, tienen un montón de ritos "paganos" relacionados con la religión inca. Si a alguien le van mal los negocios o tiene cualquier dolencia física o moral va al yatiri (en aymara) o al yachi (en quechua) y este le ordena subir a un cerro determinado, matar un gallo, quemar unas cosas, rezar unos avemarías y dar unas vueltas alrededor de una piedra. Y ch'allar, claro, siempre ch'allar. Y así para cualquier cosa.
Este batiburrillo, que yo creía un sincretismo pero que donde leo se empeñan en que es un paralelismo, hizo que las divinidades andinas se identificaran con los nuevos santos traídos por los españoles. Así el Rayo es Santiago, la Pachamama es la Virgen... y en las zonas mineras hay mucha devoción por el Diablo (el Tío, le dicen), no como encarnación del mal, sino como dueño y señor de las entrañas de la Tierra, en cuyos dominios trabajan.
Estuve dándole vueltas a esto y, claro, es que la religión Católica está muy bien pensada. Aunque se diga monoteísta y tenga un solo Dios (lo de que sea trino ya es otro tema) irascible y vengador al que hay que temer, luego tiene toda una legión de santos que sirven para cualquier cosa imaginable. Además cree en la magia de los milagros y confiere poderes sobrenaturales a un brazo incorrupto o a un cacho de madera con forma de señor con barba. Aparte del chollo que es poder pecar todo lo que uno quiera siempre y cuando luego se lo cuente al brujo de la sotana y recite unas poesías varias veces. Práctica, funcional. Perfecta para adaptar cualquier religión panteísta o animista. Me estoy pensando hacerme yo de eso. O quizás mejor de las energías, que es más rabiosamente actual.
Ya sé que esto está totalmente metido a calzador, pero me apetecía decirlo.
Bueno, lo de la ch'alla. El Martes de Carnaval es el Martes de Ch'alla en todo el mundo andino. Cierran todos los negocios y se juntan las familias para ch'allar la casa, el coche, ¡el ordenador! (no sé si eso sustituye al antivirus)... incluso leí en el diario que el Ayuntamiento de Oruro había ch'allado la maquinaria nueva de obras, incluyendo un gps. Y en una iglesia adventista vi que también ch'allaban.
La Ch'alla de este Martes consiste en, como decía, hacer una ofrenda a la Pachamama. Se junta la gente y quema una mesa (un sahumerio, muchas veces con chucherías dulces), masca coca y bebe. Cada vez que se bebe (cerveza, vino, alcohol de 96º...) hay que echar un poco al suelo y decir Jallalla, jallalla, que es como desear suerte y dar gracias al mismo tiempo.

Esto quiero creer que son los restos de un sacrificio
Pero no sólo se ch'alla ese día, sino que a lo largo del año hay muchas ocasiones para ch'allar. Los mineros ch'allan todos los viernes, los campesinos cuando llueve y cuando no llueve, y en general en cualquier fiesta patronal o porque sí.
Ese día, ya desde por la mañana se oyen petardos por toda la ciudad porque hay que explotar una traca en los dos lados de la puerta y en el medio y rociar la puerta o portón con bebida.
Yo, imbuído de un fervor religioso inusitado en mí, decidí ch'allar la bici.

Martes de Challa from Miguel Comendador on Vimeo.

Justo después de lo mío me tocó ch'allar con los dueños del alojamiento. Ellos se lo curraron bastante más. En la ofrenda pusieron también unas excavadoras de juguete, una piedra indestructible traída desde Urkupiña y dinero falso, incluyendo un fajo de billetes de 500 €. Y venga a beber de todo. Ahí probé por fin el alcohol de 96º, que resquema bastante.

Lo que pica cura

Por lo que entendí es importante compartir con gente de fuera de la casa, y cuando les ofrecía tabaco no lo tomaban si yo no aceptaba el que me ofrecían ellos. Por cierto, muy pocos bolivianos fuman, pero ese día fuma todo el mundo, hasta las abuelitas. Ah, y ponen extremo cuidado en que la coca no caiga al suelo.
Y los niños pequeños también ch'allan, aunque menos.
Una cosa típica del Carnaval que quería haber probado es la cabeza de cordero hervida. Te la dan tal cual, con piel y todo y la gente rompe los cráneos a golpes contra la acera para sacarle los sesos. Es típico de la noche del sábado al domingo pero se sirve durante todo el Carnaval. Esa noche yo no estaba muy católico -estomacalmente hablando- y los días posteriores tampoco. Además, prefería tener algún cómplice en el tema, que al menos se comiera uno de los dos ojos.
El día siguiente algunas calles están llenas de cráneos y pellejos.

Por último una cosa que no tiene nada que ver. El mismo Martes de Ch'alla me encontré por la calle a Stephanie, a quien había visto sólo de refilón en Potosí. Stephanie, la de Jujuy/Santa Cruz, con cuya familia y el perezoso Dalí pasé unos cuantos días allá por octubre del año pasado. Me prestó requetemuchísimo pasar unas horas con ella.

El domingo por la mañana me fui en bus hasta Salinas de Garci-González, muy cerca otra vez del Salar. Con muchas ganas de dejar el altiplano, que me está sentando muy mal.

Muy jevi


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